Te cuento

#GratisNoTrabajo… Casi nunca

Desde que me quedé en paro me he convertido en una de esas personas con 7 versiones del currículum, potenciando diferentes perfiles, siempre a punto para ser enviados o depositados en los sitios más variopintos.

La única frontera que nunca cruzaré, por mucho que insista la amable orientadora del INAEM, es la de hacerme una versión 7.1. como si la mayor titulación cursada fuese el Bachillerato.

Las tres veces (TRES) que la señorita funcionaria me lo ha sugerido, le he explicado con la mejor de mis sonrisas que no lo haría por respeto a mi pequeño y maltrecho cerebrito, a la inversión que hicieron mis padres en mi educación y porque no querría insultar la inteligencia de un posible reclutador, con muchos titulitos en Recursos Humanos, al que estoy segura de que una chica con 28 años que parece no haber hecho NADA EN ABSOLUTO durante la última década no le resultaría nada apetecible, contractualmente hablando.

Si me quieren contratar de algo, que lo hagan con todo lo que pone en mi CV, que yo ya me he hecho a trabajar de lo que sea y esa relación escrita de diplomas, cursos, puestos de trabajo y prácticas casi siempre no remuneradas es de lo poco que me consuela cada vez que sello la tarjeta de desempleo.

Como la sociología va meses y años por detrás en su análisis del origen de un movimiento social (no digamos si nace en Internet), no diré que el fenómeno #GratisNoTrabajo en Twitter surgió en tal o cual fecha aproximada.

Creo que es la manifestación on line de un sentimiento que lleva muchos años yendo y viniendo por redacciones y que es como un Leviatán en las cafeterías de las facultades de Periodismo, el lugar donde -no nos engañemos- empezamos a sentirnos parte del gremio los estudiantes, antes de figurar en orlas y orlines.

Desde que el mundo es mundo ha habido gente que ha trabajado sin cobrar, y especialmente en esta familia nuestra del periodismo.

Yo lo he hecho. 
Mientras fui estudiante, tres veranos pasé en medios donde me enseñaron mucho sin ingresos de por medio y otros dos fui exiguamente remunerada, pero OJO, siempre agradecidísima por lo aprendido y convencida de que eso era lo que tenía que hacer para ser mejor periodista el día de mañana.

Lo reitero por si acaso:

No puedo más que dar las gracias a todos los medios que me acogieron como becaria porque a ellos les debo mis primeros pasos en esta profesión, 
y si volviera a tener 19, 20, 21, 22, 23 años, firmaría ahora mismo por volver a vivir esa experiencia por más que no pudiera ser económicamente independiente.

Por suerte conté con el respaldo de mi familia hasta que tuve mi primera nómina -Octubre del 2007, qué tiempos aquéllos- y pude pagarme yo sola mis gastos.

En esos términos pervivo hoy en día, aunque no tengo claro cuánto tiempo podrá seguir siendo así.

Lo diré una tercera vez:

Fui una becaria sin remunerar o poco remunerada, pero feliz y realizada personal y periodísticamente. 
No hay reproche ni connotación negativa alguna; sólo agradecimientos y buenos deseos para quienes me dieron la oportunidad de trabajar en sus redacciones.

Una vez aclarado el epígrafe he-trabajado-sin-cobrar-y-no-me-arrepiento, llega el momento de afrontar esa misma posibilidad, la de trabajar sin remuneración, una vez uno atesora dos o tres diplomas en su pared y algunos años de experiencia laboral.

¿Qué pasa si te ofrecen un puesto en esas condiciones una vez has comprobado ya cómo es cobrar por tu trabajo?

Ya os lo cuento yo.

Resulta que la asunción del lema #GratisNoTrabajo se parece enormemente a las fases del duelo:

Negación y aislamiento 
No te lo crees.

¡Será posible!

Pero si les has mandado la extended version del CV; han tenido que inferir al leerlo que tú lo que quieres es tener un sueldo digno a final de mes para vivir, que ya fuiste becario en otros tiempos.

Ira 
Realmente lo dicen en serio, te lo han confirmado por correo electrónico o con una llamada de teléfono con voz meliflua, empezando la exposición con un «Nos ha encantado tu currículum» que te ha hecho bajar las defensas momentáneamente, pero…

Te ofrecen 2 o 3 euros por párrafo, o quizá consideran que la experiencia que adquirirás con ellos es suficiente remuneración.

Piensas en mandarles una respuesta mordaz e indignada con una completa hoja de instrucciones sobre lo que pueden hacer con esa oferta de trabajo.

Tu madre te sorprende golpeando con saña los peluches de cuando eras pequeña (qué pasa, aún tengo algunos en la casa familiar).

Tu padre te escucha jurar en arameo con un rictus de preocupación mientras juega al solitario en el PC; no te dice nada, pero sabes que tu enfado no le es ajeno y empatiza.

Pacto o negociación 
Intervención de familiares y amigos.

Les has contado lo que te han propuesto y mientras unos te animan a ilusionarte porque les has gustado, otros espolean tu rabia y te conminan a mandarlos a paseo.

Les escuchas a todos (qué paciencia tienen conmigo) y te vas a tu casa a meditar en soledad mientras relees el currículum y piensas qué has hecho tú para merecer esto.

Muy almodovariano todo.

Depresión 
He aquí el drama.

Te preguntas por qué nadie quiere pagar por lo que tú haces tan estupendamente, con tanto cariño y esfuerzo.

Empiezas a pensar que ni tus profesores, ni tus mentores, ni tus ex jefes te decían la verdad cuando te felicitaban por un trabajo bien hecho.

A lo mejor te tienes que dedicar a otra cosa.

¿Y si me matriculo en Derecho por la UNED?

¿Y si me meto en política?

¿Me voy de voluntaria al Sur?

A veces se llora un poco, para reafirmar que se es humano.

Otras no.

Aceptación 
Momento culmen: ¿acepto, a ver qué pasa?

Quizá luego pueda hacerme autónoma, facturar cada vez más encargos y en unas semanas pueda ganarme la vida a lo freelance.

O a lo mejor les gusto tanto que al cuarto día vienen a buscarme con una estilográfica (glamour ante todo) y un flamante contrato, y entonces empiezo una etapa profesional estupenda,  maravillosa y llena de aventuras y fantásticos compañeros.

Quizá esta oferta poco remunerada se convierta en algo mucho mejor.

Y tomas una decisión. 
Una vez dije «Sí», y en mi oficina de empleo me comunicaron que no podía trabajar ni colaborar en un medio de comunicación sin tener un contrato de algún tipo.

Me quitarían la prestación por desempleo si lo hacía.

Tuve que decir que no al responsable de la emisora que me lo ofrecía.

Hace poco volví a decir «Sí», y me pasé una semana entera trabajando a contrarreloj para hacer las entregas, con textos que me llevaban entre hora y hora y media.

No volvieron a manifestarse una vez enviados, ni me pagaron en el plazo que prometían.

Una semana de mi vida y mi trabajo al garete.

Me quedé estupefacta, llena de decepción y con una desagradable sensación de fracaso que a veces siento a mis espaldas, como una mochila impertinente.

Ya vendrán tiempos mejores. 
De momento, y como aún escuece la última, yo #GratisNoTrabajo, a no ser que sea para colaborar con un compañero.

Para eso, ya sabéis dónde encontrarme.

Yo, encantada.